El Famoso Púlpito de San Blas
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Elogios encendidos y todo un cúmulo de exclamaciones de asombro brotan del visitante que llega a la Iglesia Parroquial de San Blas, en el barrio incaico de Ttocco-Cachi.
Esto, por supuesto, no resulta una exageración porque el modesto templo tiene el privilegio de mostrar la joya más renombrada del tallado: el púlpito de San Blas.
Hablar de San Blas es referirse, necesariamente, a su púlpito el legado colonial que por su exquisito arte, ha alcanzado fama continental.
Cada una de sus tres, partes: base, antepecho y tornavoz, muestran profusa ornamentación y una prolijidad singular.
En la base hay ocho bustos de los heresiarcas o herejes que emergen con una expresión de angustia. A su alrededor corren siete quimeras que en sus bocas sostienen simbólicos racimos de uvas.
El antepecho está formado por un cornisamento sostenido por cabezas de ángeles alados, barrocas columnas salomónicas, cuatro imágenes de los evangelistas y otra de la Virgen del Buen Suceso.
En el respaldo, entre el tornavoz y la taza del púlpito, destaca la imágen de San Blas.
El tornavoz es la soberbia coronación del púlpito. En la cúspide está la imagen del Apóstol Santo Tomás, en la base unos serafines tienen los emblemas de la pasión y rodeando el dosel resaltan las imágenes de los nueve doctores de la Iglesia.
Todos están de acuerdo en elogiar joya pero no en señalar quien fue el autor. Algunos sostienen que fúe el indio Juan Tomás Tuirutupa, tallista leproso que hizo de un tronco el púlpito.
Otros estiman que bien pudo ser obra del franciscano Luis Montes, o del Canónigo Diego Arias de la Cerda.
En la coronación del púlpito hay depositada una calavera que también se supone sea del autor de esta obra genial.
Aparte del púlpito sobresale el Altar Mayor, uno de los retablos de excelente acabado, obsequio del Obispo Mollinedo.
Entre sus pinturas y lienzos existen ocho muy valiosos sobre la vida de San Blas.
Este templo fue fundado en 1562 por el licenciado Polo de Ondegardo y el Obispo Juan de Solano.