La ciudades en el Callejon de Huaylas

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RECUAY

Ya hemos dicho que descen­diendo de las alturas de Conoco­cha la primera ciudad del her­moso rosario de pueblos de este valle de ensueño es Recuay, a  3,422 metros sobre el nivel del mar.

La población está enclavada al borde del rio Santa.

Hasta hoy en día Recuay man­tiene su estilo colonial, con sus añejas casonas intercaladas con edificaciones sencillas de los recuaínos, con paredes de barro y techos de tejas.

Destacan también modernas construcciones, aunque el área urbana no tiene ya donde exten­derse.

La Plaza de Armas de Recuay luce su clásica pila en el centro, rodeada de rejas. Desde allí se observa el majestuoso cerro Jerusalén en su parte izquierda y se pueden admirar los eucaliptos y cipreces que engalanan esta ciudad que está enclavadda en lo profundo del valle, “como una encañada”.

Esta ciudad “pórtico delíCalle- jón de Huaylas”, aún mantiene ese estilo pintoresco y antañón que imperaba en Huaraz y Yun- gay antes del cataclismo de 1970.

Posee las aguas minerales y termales de Conococha, Ucud- chaca, Pachacoto, Pumapampa, Burgos y Utuco.

Las lagunas de Querococha y Conococha, se encuentran den­tro de los límites de la provincia, al igual que el magnífico bosque de “Puyas Raimondi” -tomando el desvío hacia Carpa-; y la gruta de San Francisco.

Hay también otra carretera afirmada que une Recuay con Aija (la tierra natal del sabio Santiago Antúnez de Mayolo), para lo cual se tiene que ascender por la Cordillera Negra, cru­zando esta por Huancapetí a 4,0  metros de altura sobre el nivel del mar, para luego descen­der hacia la propia ciudad de Aija.

A 25 kilómetros de Recuay, penetrando en el Callejón, se encuentra la ciudad de Huaraz, Capital del Departamento.

A ambos lados de la carretera asfaltada hacia Huaraz se repiten incansablemente una gran varie­dad de paisajes típicos. Del Puente Bedoya (Km. 183) parte sobre la derecha un camino hacia Olleros y Huaripampa, y la cada vez más transitada caminata hacia Chavín.

CARHUAZ

Siguiendo siempre hacia el norte la ruta del Callejón, 34 Kilómetros más allá de Huaraz, se llega a Carhuaz, que se encuentra a 2,688 metros de altura sobre el nivel del mar.

En este trayecto de 34 Kilóme­tros se encuentran los baños ter­males de Monterrey y el moderno aeropuerto de Anta.

Las calles de la ciudad de Re­cuay, capital de la provincia del mismo nombre, son similares a

las demás ciudades del Callejón. Es acogedora con hoteles muy parcos y servicios generales regu­lares. Pero es un remanso de paz envidiable. El nombre de la ciu­dad deriva de “Ce Huash”, que significa amarillo, es decir el color de las flores de la retama que cubre los cerros contiguos a la ciudad.

Desde la Plaza de Armas se di­visa el nevado “Hualcán”, cono­cido como del Huascarán. La ciu­dad sigue siendo todavía de corte hispánico y colonial, mante­niendo sus viejas casonas.

Carhuaz cuenta con un moder­no Mercado de Abastos, un Hos­pital donado por el gobierno de Cuba y un local de Capacitación Campesina.

La zona es de clima templado y agradable, con abundantes pro­ductos agrícolas, en especial fra­gantes frutas. Está ubicada en la margen derecha del río Santa.

En los alrededores de Carhuaz hay lugares propicios para la caza de venados, perdices y vizcachas, así como para la pesca de Tru­chas.

A 8 kilómetros al Sur de Car­huaz está la población de Marca­rá, de donde parte el camino carretero de 4 Km. que conduce a las fuentes minero-medicinales de Chancos, que carecen prácti­camente de una infraestructura adecuada, no obstante la bondad de sus aguas.

Por las virtudes curativas de estas aguas termales ha merecido el calificativo de “fuente de la juventud”, destacándose por sus cualidades curativas dermatoló­gicas (enfermedades del la piel), reuma, etc. Raimondi encontró en su análisis: ácido carbónico, ázoe, oxígeno, carbonato de cal, carbonato de magnesio, carbo­nato de protóxido de hierro, síli­ce, sulfato de cal, sulfato de alu­minio, cloruro de magnesio, de potasio y de sodio, ácido fosfóri­co, yodo y litina en menos canti­dad.

Carhuaz también tiene otras fuentes termales como las de “La Merced”, “La Providencia”, “La Viuda”.

Estas fuentes, su clima y su temperamento de paz y sosiego, la hacen apta para convertirse en albergue de “Casas de Reposo”.

YUNGAY

Al continuar la ruta del Calle­jón de Huaylas hacia el Norte se pasa por los lugares ahora deso­lados y batidos por él viento donde se encontraban las ciuda­des destruidas por el terremoto y aluvión casi simultáneo del 31 de mayo de 1970.

La visión es sobrécogedora. Millones de toneladas de rocas y tierra cubren totalmente las casas, edificios y templos de las que fueran otrora pintorescas y apacibles ciudades de Ran- rahirca y Yungay, sepultando a casi todos su moradores.

En el amplio espacio donde ha quedado sepultado Yungay, el viento silva agitando furiosa­mente las hojas de las palmeras de la que fuera la Plaza de Armas de Yungay, y que es lo único que ha quedado en pie en la desbara­tada ciudad. Aquí y acuyá apare­cen pedazos de muros y gigantes­cas rocas arrastradas por el terri­ble aluvión.

Sobre el campo desolado, cu­bierto por un manto verde de yerba y maleza, se observan miles de cruces levantadas por los deudos de las víctimas.

Hacia el oeste, al fondo de la cumbre de la colina donde se encuentra el cementerio, una gran escultura de Cristo aparece con los brazos extendidos en patético gesto de la piedad.

Hacia el este, asoma formida­ble y amenazadora la cumbre nevada del Huascarán^ desde cuya mole se desprendieron con el terremoto toneladas de rocas y de nieve que causaron la trage­dia. Aún se puede ver a lo lejos el camino ominoso marcado por el terrible aluvión hasta llegar a Yungay.

Los viajeros detienen silencio­sos su camino y musitando unas oraciones al pasar.

Continuando el camino hacia el Norte, en un espacio defen­dido por los cerros contra posi­bles nuevos aluviones provenien­tes del Huascarán, ya se dibujan nítidamente los contornos de la Nueva Yungay.

Las noventa casas de madera donadas por la Unión Soviética brindan un exótico sabor al pai­saje, pues son construcciones típicas de las ciudades rurales .rusas.

El lugar, de clima templado, está rodeado de una vegetación variada que le imprime mucho colorido.

En las inmediaciones se levan­te el cerro Pan de Azúcar, donde a mediados del siglo pasado tuvo lugar la Batalla de Yungay, junto al torrente del río Ancash. Allí concluyó la Confederación Perú- Boliviana, al ser derrotadas las fuerzas del general boliviano Santa Cruz.

Precisamente esta batalla le dio el nombre de Ancash al departamento, que antes se lla­maba Huaylas.

La zona de Yungay es propicia a la caza de venados, palomas, vizcachas y patos, así como a la pesca de truchas.

Yungay es el punto de partida ideal para visitar las Lagunas de Llanganuco y para ascender al Huascarán.

Entre las construcciones mo­dernas del nuevo Yungay se encuentra el Centro Educativo Base de Yungay, con capacidad para 1,200 alumnos, 26 aulas y talleres de carpintería, motores, electricidad y laboratorios de física y química. También hay un hospital       Materno-Infantil donado por Cuba.

En Tingua se ha levantado el primer puente colgante que cruza el río Santa, con una luz de 75 metros. El puente y un camino de acceso unen Tingua con las comunidades de Shupluy, Casca- para, Ecash y otras.

En Tingua también se ha cons­truido un Centro Educativo para 1,200 alumnos.

CARAZ

Continuando el camino hacia el Norte del Callejón se llega a la encantadora cciudad de Caraz, situada a 2,285 metros de altura, sobre el nivel del mar. En Caraz concluye la pista asfaltada que viene desde Pativilca.

Todavia quedan las calles es­trechas y tortuosas de la ciudad, nostálgica y apacible.

Los nevados Huaydoy, Santa Cruz, Alpamayo, Aguja Nevada de Caraz y otros, constituyen un esplendoroso marco para la ciu­dad. Y en la cercana laguna de Parón se reflejan las cumbres nevadas.

Hay fuente minero-medicina­les como las de Coica y Shongor, pero carecen de instalaciones, aecuadas.

Los pobladores producen teji­dos de lana, alfombras, ponchos, tejidos de paja y los renombra­dos dulces de frutas y manjar- blanco denominados “cuartea­dos”.

Partiendo de Caraz hacia el norte se cruza el río Santa para luego llegar al famoso Cañón del Pato. El Callejón se ha estre­chado entre paredes altísimas y verticales de roca viva, sin nin­guna vegetación.

Para llegar a Huallanca, al tér­mino Norte del Callejón de Huaylas, deben pasarse 39 túne­les, en un recorrido de 25 kilóme­tros, en los que el río Santa, rom­pe, bramando, la Cordillera Negra, para lanzarse en direc­ción al mar.

Huallanca está a 1,410 metros sobre el nivel del mar. Ahí se encuentra la Hidroeléctrica del Cañón del Pato. Y en Huallanca nace la carretera que va hasta Chimbóte, trazada sobre el anti­guo terraplén del ferrocarril Chimbóte-Huallanca que des­truyó el cataclismo de 1970. De este punto también parte la carretera que conduce al llamado “Callejón de Conchucos”.

 

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