El Milagro del Señor de Huanca

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La versión más antigua de esta historia se tiene registrada en la obra “Tradiciones Cusqueñas” de Clorinda Matto de Turner, bajo el Título de “EL SEÑOR DE HUANCA”.

Un acaudalado minero llamado Pedro Valero (CMT le otorga el seudónimo de Bautista evitando mencionar su nombre) enfermó gravemente, ningún médico supo dar razón ni cura a la enfermedad que lo aquejaba, muchos lo habían desahuciado y Pedro resignado solo esperaba la muerte.

Las historias cuentan que nadie le daba cura a su mal hasta que un día apareció un médico extraño que logró salvar al hombre.

“… A la ciudad había llegado un viajero extranjero que pedía hospitalidad de manera tal que era imposible negarla, la familia de Pedro recibió al viajero manifestándole su pesar de no poder atenderlo a plenitud, en razón de la penosa y larga enfermedad del jefe de la casa.

El viajero pidió que le llevasen donde el sufrido enfermo, y les dijo: “Yo soy médico universal a quien no se le muere ningún enfermo que tenga confianza y fe en lo que hago. Viajo por gusto y por curar gratis en el mundo”

A la mañana siguiente el enfermo sintió los pasos de su médico. Este llevaba un vaso en la mano conteniendo agua común al parecer, con algunas hojas de hierba. Se acercó el joven médico y le dijo: “Toma, con entera confianza, pues se de mi oficio”, tomo el vaso con la mano y bebió el líquido, el cual encontró sumamente grato al paladar. Minutos después sintió mucho sueño quedando dormido profundamente.

Al despertar de aquel estado reparador, viose sano y su primer cuidado fue preguntar por su médico, para quién sintió nacer como era de esperarse, la más sincera gratitud.

“esperaba que despertases para marcharme”, dijo el viajero.

“Como Señor; le respondió, con los ojos inundados de lágrimas, como sin recibir ninguna muestra de agradecimiento, que os debemos por haber obrado tanto bien conmigo. Os debo, Señor, nada menos que la vida y mi familia la restitución de su padre, que ya lo creía perdido”

“Vuestro reconocimiento es mi única paga que exijo hijos míos”, contesto el famoso médico. Os he dicho que viajo por gusto, por hacer el bien y socorrer las miserias; os diré aun más: Hijo, soy rico y poderoso y si alguna vez queréis verme, buscadme en Huanca”. Dijo y partió sin consentir ni que le besaran esa bendita mano tanto bien derramaba.

Habiendo sanado completamente el minero se empeñó por saber dónde quedaba Huanca, pero todos sus esfuerzos eran infructuosos. Cansado de sus vanas investigaciones, creyó que tal cita no era más que el deseo de su médico de no verlo más y evitarse de recibir la recompensa.

Mas una noche, despertó sobresaltado. Su familia le pregunto la razón de aquello, a lo que el minero le contesto: “He visto a mi médico, si lo he visto, y me ha dicho que al señalarme Huanca para encontrarlo, no me ha engañado”.

Al siguiente día sin tardanza, emprendió su peregrinación en busca del deseado lugar, preguntando en todas partes por aquel paraje desconocido Huanca, ¡Huanca!

Encontró huancaro, huancarama, huancabamba (del Cusco), Huancavelica, Huancayo, etc., sin hallar nada consolador, nada que templase el deseo de ver Huanca donde podría visitar al que le otorgo la existencia y el precioso tesoro de la salud.

De regreso a su país, se convenció que era imposible llegar a ver huanca. Al pasar por la ciudad del Cusco donde ya había estado nuestro tenaz peregrino, supo que a tres leguas de distancia entre el trayecto de la Ciudad y la Provincia de Calca, había un lugarcito que se llamaba Huancalle.

“Para mí que tanto he andado ¿Qué son tres leguas?” y marcho hacia el lugar mencionado. Llegado a este punto le sucedió como hasta entonces: nadie le daba razón del caballero por quien preguntaba, y en cuya busca había viajado infatigable. Más alguien contesto a sus ávidas preguntas señalándole frente del pueblo de San Salvador, un recinto llamado Huanca. Aunque le advierten que nadie vivía allá y solo había una pequeña capilla. Aun así el peregrino decide ir.
A poco tiempo estuvo de vuelta en el pueblo, lleno de alegría y exaltación exclamaba frenético: ¡Al fin encontré a mi médico!, ¿Sabéis quién es?, ¡El Salvador mismo!,… El en persona, he reconocido su semblante, ¡Los que no me crean, vengan conmigo!, ¡vengan! … (CMT en Tradiciones Cusqueñas)

La sorpresa no pudo ser mayor…. el rostro del Medico milagroso ENMANUEL se encontraba pintado en la roca.

El Obispo del Cusco, que a la razón era Don Juan Moscoso Peralta, nombra una comisión para estudiar lo ocurrido y el 21 de agosto, dicha comisión diocesana se dirigía a HUANCA, la tradición dice que una inmensa muchedumbre, venida desde Cusco y otros lugares vecinos, los acompaño, todos querían conocer el sagrado lugar. El culto oficial fue reconocido por el obispo Manuel Peralta y Moscoso en el año de 1779, desde entonces, la devoción a la sagrada imagen aumenta año tras año, pues llega gente de los apartados lugares del Perú y Bolivia, para curar sus aflicciones del Cuerpo y Alma.

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