Historia Gobierno de Huayna Cápac
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Huayna Cápac pasó largos años en el norte de sus estados y es posible que, habiendo nacido en Tumibamba, prefiriese residir ahí a permanecer en el Cusco. Además, numerosas fueron las guerras contra los diversos grupos étnicos de la región que había que dominar. Tiempo después de estos sucesos llegó la noticia de la llegada de nuevos refuerzos desde el Cusco. A la cabeza del ejército estaba el general Mihi, quien por su alto rango portaba la estatua Huanacauri. Huayna Cápac, olvidando la tradición de la reciprocidad, ordenó al general entrar de inmediato a la lucha. Indignado y profundamente herido, Mihi decidió regresar al Cusco. Avisado Huayna Cápac de la conducta del general, mandó le enviasen grandes regalos como correspondía a la costumbre ancestral. Satisfecho, Mihi retornó con sus ejércitos, marchó a la guerra y salió victorioso.
Este episodio ilustra la diferencia entre la mentalidad andina y la europea. En Europa, la actitud de Mihi sería considerada una traición, pero en los Andes el Inca estaba en falta por haber obviado la reciprocidad.
Después de varios años llegó del Cusco la noticia del fallecimiento de muchos parientes del Inca, y con esta nueva Huayna Cápac se dirigió a Quito para preparar su retorno a la capital. Sin embargo, cayó gravemente enfermo y se cubrió de pústulas. Sintiéndose morir llamó a los sacerdotes para designar a su heredero Ninan Cuyuchi. Pero cuando los dignatarios acudieron al príncipe, encontraron que ya había muerto. Mientras tanto, el sacerdote del Sol, llamado Cusi Topa Yupanqui, realizaba la ceremonia de la calpa para conocer la suerte de los designados a través del sacrificio de una llama blanca.
Tanto para Ninan Cuyuchi como para Huáscar, el otro pretendiente al poder, los augures fueron desfavorables. Ante la incertidumbre de la situación, la colla Mama Raura, aconsejada por el sumo sacerdote, partió al Cusco a forzar el nombramiento de su hijo Huáscar. Los señores decidieron guardar en secreto la muerte del Inca para evitar posibles rebeliones y después de momificar su cuerpo iniciaron el camino de retorno como si estuviese vivo.
Mientras tanto, la corte avanzaba lentamente hacia el sur y Atahualpa, que se había quedado en Tumibamba, trató de pasar inadvertido junto a parte de los generales que custodiaban el país de posibles disturbios de los naturales.
Su matrimonio
Era tradición que el mismo día que el nuevo soberano recibía la borla, insignia del poder, debía contraer matrimonio. Durante los dos últimos reinados el matrimonio se había hecho con una hermana, pero no necesariamente de padre y madre.
La ñusta devenía en coya sin importar cuántas mujeres tuviera anteriormente el príncipe. El relato de esta ceremonia proviene del cronista Santa Cruz Pachacuti y parece más andino que el de los demás.
El Cusco se adornó con esmero y las humildes techumbres de paja se cubrieron con vistosas mantas de plumerías multicolores con aves selváticas. El oro de las cenefas de los palacios relucía al sol y contrastaba con la severidad de las piedras.
Los novios, cada uno en su palacio, ayunaban sin comer sal ni ají y los sacerdotes llevaban a cabo numerosos sacrificios y auscultaban las vísceras de los animales sacrificados para averiguar el futuro.
El día indicado Huayna Cápac salió en andas ricamente adornadas del palacio de su abuelo Pachacutec acompañado de los Apu Curacas o grandes señores del Collasuyu.
Mientras tanto, la ñusta llamada Cusi Rimay partió en andas de las casas de su padre Túpac Yupanqui escoltada por los grandes señores de Chinchaysuyu, Cuntisuyu y Antisuyu. No se sabe el por qué del privilegio de la joven de ser conducida por los miembros de los tres suyu mientras que Huayna Cápac lo era sólo de uno. Es posible que fuese una doncella de mayor rango social que su futuro esposo.
Una vez convertido en único señor, Huayna Cápac no se alejó del Cusco a pedido de su madre Coya Mama Ocllo que lo quería mucho y temía una larga ausencia de su hijo. Por ello envió a su tío Guaman Achachi a visitar la larga ruta del Chinchaysuyu hasta el extremo norte mientras él se quedó recorriendo los lugares cercanos al Cusco y al Collao.
Al Inca le correspondía mantener las adquisiciones territoriales y continuar ensanchando sus dominios. Sin embargo, en las regiones periféricas del Tahuantinsuyo, tanto en Chile como en el actual Ecuador, lugares más alejados de los centros de antiguas culturas, no existía la costumbre de la reciprocidad que había facilitado la expansión del Estado. Pueblos como los chinchas se sometían de buen grado al Incario porque no querían estropear sus intercambios a larga distancia.
En las siguientes ausencias de su capital, Huayna Cápac se dirigió al sur a los Charcas, Cochabamba y Pocona continuando a Coquimbo y Copiapó. Según Cieza de León, el Inca se quedó doce lunas apaciguando la región y edificando caminos y fortalezas. Su permanencia fue interrumpida por las noticias de rebeliones en Quito, Pastos y Huancavilca que obligaron al soberano a retornar a Cusco y reunir ejércitos.
Cada expedición del Inca exigía una preparación especial había que reunir la mita guerrera, convocar a los curacas para pedirles soldados, acopiar víveres, armas y efectuar sacrificios humanos para halagar a los dioses y hacerlos favorables. Tampoco podían faltar las comidas públicas para estrechar los lazos de la reciprocidad entre el Inca, los jefes de las macro etnias y los señores del reino.
Por fin se puso en marcha Huayna Cápac con un numeroso séquito de jefes, señores y tropas que se iba engrosando a lo largo del camino. Posiblemente los curacas comarcanos acudían a los lugares por donde pasaba el soberano para hacerle su mocha y manifestarle obediencia.