Informacion del Sitio Arqueologico de Chan Chan
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Considerada como la ciudad de barro más grande de América precolombina y una de las mayores del mundo, Chanchán, la colosal urbe capital del que fuera fastuoso reino Chimú, se extendía en una vasta llanura hasta la orila del mar, en las proximidades de Trujillo.
Aún hoy en día, pese a las devastaciones causadas por la invasión incaica, la conquista española, las depredaciones de los huaqueros y la incuria, las ruinas de Chanchán se levantan entre arena como un impresionante conjunto de enormes paredes de adobe de color gris que están labradas con animales estilizados y brillantes figuras geométricas, se abren grandes plazas y patios, y recintos cercados con paredes más altas que las demás, que son consideradas como palacios.
La visión del moderno restaurador – como lo es el arqueólogo Iriarte, Jefe de la Restauración de Chanchán – imagina, a base de datos científicos y comprobaciones rigurosas, a esta brillante ciudad irguiéndose deslumbrante al sol, con sus muros de barro profusamente labrados con miles de figuras artísticas, pintadas con brillantes colores.
Así era esta gran ciudad precolombina, rodeada de jardines y estanques, sobre la que Angel Parlen, experto de la OEA que visitó estas ruinas juntamente con el arquitecto Miró Quesada en 1957, dijo: “Chanchán es un lugar clave. Su importancia puede ser comparada tan solo con lugares como Teotihuacán en Méjico o las antiguas ciudades de Egipto, Mesopotamia, India y China”.
El conjunto principal está constituida por el llamado Palacio del Gran Chimú, ubicado en un lugar más elevado y formado por una serie de salas, galerías, pasillos y corredores.
En sus paredes, muy maltratadas por las lluvias, todavía se observa hermosos dibujos labrados que representan pelícanos estilizados, redes, rombos, peces, etc.
En algunas partes el barro que forma las figuras están tan compacto y pulido que parece una pieza de cerámica o de cemento.
Desde lo alto del Palacio del Gran Chimú se puede apreciar la vastedad de las ruinas, con sus corredores ornados con frisos de peces y aves, que colocados sucesivamente unos detrás de otros indican al peatón la dirección en el laberinto de pasillos y calles. Como señales de tránsito, indican las salidas.
También se aprecian las plazas rituales, las dedicadas a las ceremonias, al sol, a la luna, al mar.
Y los muros como fantasmas se pierden entre la arena y el sol, resucitando los alardes arquitectónicos de esta gran ciudad milenaria cuyo nombre deriva de una voz chimú “jang-jang” que significa “sol-sol”, probablemente – apunta el arqueólogo E W. Mid- dendorf – por el gran calor que reina en la región donde la ciudad se extendía.
También desde lo alto del Palacio del Gran Chimú se aprecia el gran estanque cuadrangülar de agua, de una profundidad aproximada de 20 pies, cuyas paredes algo inclinadas construidas de cantos rodados. En medio del desierto calcinante surge el agua cristalina y pura, como un milagro de la naturaleza y de la técnica Chimú.
La huaca del Dragón o Cien- piés, llamada así por Horkhei- mer, es una de las más importantes y ha sido casi totalmente restaurada. Las figuras de las escolopendras o cienpiés han sido colocadas nuevamente en los frisos en los grandes paños caídos o dañados, siguiendo la cintinui- dad absolutamente repetitiva que se encuentra en los trozos de muros que aún se conservan.
La huaca La Esmeralda fue descubierta en la Quinta del mismo nombre de la familia Hoy- le. Se encuentra algo aislada del conjunto y es el final lógico de la visita a Chanchán, siendo además los muros auténticos mejor conservados y más ricos de la gran ciudad Chimú.